martes, 3 de noviembre de 2015

¿Tomás Moro y John Fisher murieron en vano?

Mi esposo comparte conmigo muchos artículos de una muy respetable y motivadora página llamada Roman Catholic Man, y el día de hoy me hizo llegar esta reflexión del Arzobispo Samuel Aquila en torno al matrimonio y las recientes propuestas de algunos Obispos. Me pareció algo que debía llegar a un mayor público, así que lo traduzco para ustedes. El artículo original está aquí.

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Por el Arzobispo Samuel Aquila - 19/Octubre/2015

La idea de que los católicos deberían tener permitido volver a casarse y recibir la Comunión no comenzó con la carta firmada por el Cardenal Kasper y otros miembros del Episcopado alemán en 1993. Fue el Episcopado de otro país -Inglaterra- el pionero en este experimento de doctrina cristiana hace 500 años. No estaba en juego solamente el que un católico pudiera casarse por segunda vez, sino si el rey podía hacerlo, dado que su esposa no le había dado un varón.

Y así como aquellos que promueven la Comunión para los civilmente vueltos a casar, los obispos ingleses no estaban inicialmente a gusto con abrazar totalmente la idea del divorcio y otro matrimonio. En lugar de eso, eligieron adaptar la ley a la circunstancia individual con la que estaban siendo confrontados,y le fue concedida la "nulidad" al rey Enrique VIII, con una base fraudulenta y sin el permiso de Roma.

Si "el heroísmo no es para el cristiano promedio", como ha dicho el Cardenal Walter Kasper, ciertamente no era para el Rey de Inglaterra. Por el contrario: la felicidad personal y el bienestar de un país constituían un argumento utilitarista muy fuerte a favor del divorcio de Enrique. Y el rey no podía molestarse en dejar de recibir la Comunión como resultado de un matrimonio irregular.

El Cardenal Wosley de Inglaterra y todos los obispos del país, a excepción del obispo John Fisher de Rochester, apoyaron el intento del rey de deshacer su primer -y legítimo- matrimonio. Al igual que Fisher, Tomás Moro, un laico, canciller del rey, también retiró su apoyo. Ambos fueron martirizados , y posteriormente canonizados.

Al pronunciar públicamente que el matrimonio del rey era indisoluble, Fisher argumentó que "este matrimonio del rey y la reina no puede ser disuelto por poder alguno, humano o Divino". Y por ese principio, dijo, estaba dispuesto a dar su vida. Continuó haciendo notar que Juan el Bautista no había visto una manera más gloriosa de morir que "por la causa del matrimonio", a pesar de que el matrimonio "no era entonces tan santo como lo es ahora, una vez que Cristo ha derramado su Sangre".

Como Tomás Moro y Juan el Bautista, Fisher fue decapitado, y como ellos, es llamado "santo".

En el Sínodo de la Familia que está llevándose a cabo en Roma, algunos opispos alemanes y sus partidarios están haciendo presión para que la Iglesia permita que aquellos que están divorciados y vueltos a casar puedan recibir la comunión, mientras que otros obispos alrededor del mundo insisten en que la Iglesia no puede cambiar la enseñanza de Cristo. Y esto obliga a preguntar: ¿Acaso los obispos alemanes creen que los Santos Tomás Moro y John Fisher sacrificaron sus vidas en vano?

Jesús nos mostró a lo largo de su ministerio que el sacrificio heroico es necesario para seguirlo. Cuando uno lee el Evangelio con un corazón abierto, un corazón que no coloca al mundo y a la historia por encima del Evangelio y la Tradición, uno puede ver el costo que tiene para cada discípulo el seguir a Cristo. Le haría bien a los obispos alemanes leer "El costo del Discipulado" del mártir luterano Dietrich Bonhoeffer. Porque lo que ellos están proponiendo es "gracia barata" en lugar de "gracia costosa", y hasta parece que ignoran las palabras de Jesús: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame" (Mc 8, 34; Lc 14, 25-27; Jn 12, 24-26).

Piensen, por ejemplo, en la mujer adúltera a quien los fariseos presentan ante Jesús para engañarlo. Lo primero que hizo fue protegerla de los acusadores, y lo segudo que hizo fue llamarla a dejar su pecado: "Vete y no peques más".

Siguiendo las palabras de Jesús mismo, la Iglesia Católica siempre ha enseñado que divorciarse y volver a casarse es simplemente adulterio con otro nombre. Y dado que la Comunión está reservada a católicos en estado de gracia, aquellos que viven en una situación irregular no pueden participar en ese aspecto de la vida de la Iglesia, aunque siempre deberían ser bienvenidos dentro de la parroquia y la propia Misa.

En Mayo pasado, el Cardenal Kasper declaró en una entrevista con Commonweal que "no podemos decir que haya un adulterio estable" cuando un cristiano divorciado y arrepentido realiza actos sexuales dentro de una nueva unión. Por el contrario, cree que "la absolución es posible".

Y aún así, Cristo claramente llamó adulterio al segundo matrimonio, y llamó pecado al adulterio (Mt 5, 32; Mc 10, 12; Lc 16, 18). En el caso de la Samaritana (Jn 4, 1-42), Jesús también confirmó que volver a casarse no puede ser válido, aún con sentimientos sinceros y fidelidad.

Cuando se añade a la ecuación el alto índice de matrimonios fallidos posteriores a un divorcio, nadie puede decir a dónde llevaría el razonamiento de Kasper. Por ejemplo, ¿debería permitirse la Comunión sacramental solamente a los que se han vuelto a casar una vez? ¿Qué pasaría con aquellos que se han vuelto a casar dos o tres veces? Y es obvio que los argumentos que buscan facilitar las prohibiciones de Cristo respecto al matrimonio podrían aplicarse al uso de anticonceptivos, o cualquier otro aspecto de la teología católica que el mundo moderno y auto-referente considera "difícil".

Predecir a dónde nos llevaría esto no es una cuestión de saber el futuro, sino simplemente de observar el pasado. Solamente necesitamos contemplar a la Iglesia Anglicana, que abrió la puerta -y posteriormente abrazó- la anticoncepción en el siglo XX y por más de una década ha permitido el volver a casarse en algunos casos.

El Plan B de los obispos alemanes de hacer las cosas "a su manera" en Alemania, aún cuando va en contra de la esencia de la enseñanza de la Iglesia, tiene las mismas fallas. Y tiene un aire siniestro... anglicanamente siniestro. Consideren las palabras de quien encabeza la Conferencia Episcopal de Alemania, el Cardenal Marx, a quien el National Catholic Register citó diciendo que la Iglesia en Alemania puede permanecer en comunión con Roma en cuestión doctrinal, pero que en términos de cuidado pastoral en casos individuales, "el Sínodo no puede decir con detalle lo que debemos hacer en Alemania". Enrique VIII ciertamente hubiese estado de acuerdo.

"No somos solamente una sucursal de Roma", argumentó el Card. Marx. "Cada conferencia episcopal es responsable del cuidado pastoral en su cultura y tiene que proclamar el Evangelio de una manera propia y única. No podemos esperar que un sínodo declare algo, dado que tenemos un ministerio con los matrimonios y familias aquí".

Los anglicanos también buscaron dicha autonomía, aunque resultó en división interna y el vaciado de sus comunidades.

No cabe duda de que la Iglesia debe salir con misericordia al encuentro de quienes se encuentran la periferia, pero la misericordia siempre habla con la verdad, y nunca justifica el pecado, y reconoce que la Cruz está en el corazón del Evangelio. Uno podría recordar que el Papa San Juan Pablo II -llamado "el Papa de la Familia" por el Papa Francisco en su canonización- escribió extensivamente acerca de la misericordia, dedicando una encíclica completa a ese tema, y estableciendo la festividad de la Divina Misericordia. Para Juan Pablo II la misericordia era un tema central, pero debía ser leído en la línea de la verdad y la Escritura, no en su contra.

Nadie diría que la enseñanza de la Iglesia, que es la enseñanza de Cristo, acerca del matrimonio -y muchos otros temas- es fácil. Pero Jesús mismo no comprometía las enseñanzas centrales sólo para evitar que sus discípulos lo dejaran, ya fuera la Eucaristía o el matrimonio (Jn 6, 60; Mt 19, 3-12). Tampoco Fisher lo hizo para que el rey siguiera siendo católico.

No debemos ir más lejos para encontrar un ejemplo para este tema que las palabras de Jesús y San Pedro en el capítulo 6 del evangelio de Juan, un pasaje que nos recuerda que la enseñanza sobre la Eucaristía es muchas veces difícil de aceptar, incluso para los creyentes.

"El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. (...) Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre". Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Le respondió Simón Pedro: "Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna",
 Como discípulos estamos llamados a escuchar la voz de Jesús antes que la voz del mundo, la cultura o la historia. La voz de Jesús ilumina la oscuridad del mundo y las culturas. Recemos para que todos los involucrados escuchen aquellas palabras de vida eterna, sin importar cuán difíciles sean.

Crónica de un embarazo 2

3/Noviembre/2015 - 21 semanas

A medio camino, me encuentro muy cómoda con mi situación de embarazada. En general la vida ha podido continuar sin mayores problemas, aunque con mucho desorden en casa debido a que me canso fácilmente y mi doctora no quiere que me arriesgue mucho.

Alimentariamente las náuseas se han ido, aunque sigo sin querer comer frijoles enteros, pimientos o arroz blanco. He comido mucha pizza y mucha avena. Tengo antojo perpetuo de fresas.

Emocionalmente me encuentro bastante estable. Mi principal reto es continuar de mamá de una niña de 3 años mientras respeto la indicación de reposo relativo. Ha llevado a muchos malentendidos y a bastantes pleitos entre nosotras, pero hemos podido hacer las paces al final de cada día.

En Septiembre coordiné un retiro, a pesar de todo. Y en noviembre le ayudaré a mi hermana con otro. Disfruto mucho seguir activa en mi parroquia porque me ayuda a no ponerme muy ansiosa con la cuenta regresiva. Es bueno tener otras cosas en qué pensar, sobre todo haciendo cosas que no requieren mucha actividad física.

Para los que tengan la duda, sí, he estado sintiendo patadas de bebé desde las 16 semanas (3 semanas antes que con mi primer embarazo), y hasta ahora no hemos podido saber el sexo del bebé.

Fin del breve reportaje. Veamos qué va sucediendo en un par de meses. Sigo encomendándome a sus oraciones.