lunes, 14 de julio de 2014

Velo nomás

La historia de la mamá teóloga con velo

Recientemente he visto y leído muchas cosas que me han llevado a tomar una decisión muy difícil, muy polémica, muy intimidante, pero muy hermosa.

El primer domingo de Adviento de este ciclo litúrgico fui a una capilla por San Cosme que celebra la Misa tradicional. Esa fue la primera vez que usé "velo" en Misa. Al día siguiente, como parte del uniforme del grupo de canto gregoriano de un querido maestro (el mismo que me había invitado a la Misa tradicional), cantamos en Misa usando velo... uno ligeramente mejor planeado.

Nada cambió en ese entonces, salvo el conocimiento de que hay mujeres que continúan usando velo en la Iglesia, y que no me molestaba usar uno.

Después, cuando estaba por suceder la canonización de Juan Pablo II, estaba muy pendiente de las actualizaciones en facebook de Jason Evert, un teólogo que amo, que ama a JPII, y que estaría presente en el evento. Para mi sorpresa, cuando subió una selfie en la Basílica de San Pedro, vi que su esposa llevaba puesto un velo café claro. Ahí empezó todo.

La foto fue muy difundida, de modo que la esposa de Jason, Crystallina Evert, subió una entrada de blog acerca de su propio proceso de discernimiento sobre la importancia del velo. Después conocí a Lily, la creadora del velo de Crystallina, que actualmente tiene un taller de velos llamado Veils by Lily, con una tranquilizante sección de preguntas y respuestas, y folletos para explicar de manera sencilla por qué las mujeres católicas han utilizado velo durante 2000 años.

Fue así que inició una temporada de genuino insomio, aprendiéndome el catálogo de Lily, leyendo artículos en internet y preguntándome por el velo. Lo comenté con mi esposo un día a las 5 o 6 de la mañana, y él, como siempre, me invitó a dejar de preocuparme, hacerlo y ya. Se lo cumplí, porque pocos días después estaba despertándolo para preguntarle (avisarle) por su tarjeta de crédito para pedir un par de velos de Lily. Mientras llegan, he usado un par de telas de seda que encontré en casa de mi tía abuela.

Es difícil, como mamá de una bebé, superar el temor a verme demasiado piadosa con velo mientras al mismo tiempo persigo a mi hija con un peluche por toda la iglesia. Como si no estuviera llamando la atención lo suficiente. Pero no puedo ignorar lo que he descubierto. 

Hay momentos en los que me siento insegura de mi decisión, pero hay veces en las que todo luce correcto y brillante: cuando escucho a Athanasius Shneider, un obispo dulce y amante de la Iglesia que promueve que ésta regrese a sus gestos tradicionales de adoración... sobre todo la comunión de rodillas y en la boca (entrevista en inglés aquí); cuando leo los artículos de ánimo de Lily; cuando pienso en Crystallina, una de las mujeres más mujeres que conozco, con su velo; cuando pienso en las santas de la Iglesia, en María, en la Tradición, en que estoy comulgando el mismo Pan y escuchando las mismas palabras que han escuchado los Santos. 

Después de lo que aprendí sobre el velo, no puedo ignorar lo que siento en el corazón... desde hace 8 años trato de responder a esos pequeños llamados que siento tan claros y tan fuertes, y siempre he recibido mucho más de lo esperado. Usar velo no ha sido mi renuncia más "difícil", pero me expongo al juicio dentro de mi propia Iglesia, y eso me da miedo. Exige de mi parte un compromiso de dar más testimonio, ser más humilde, y juzgar menos... y sobre todo de dejar de preocuparme por lo que piensan los demás. Muy providencialmente, todo esto coincidió con un clavado que me eché en la espiritualidad del Padre Ignacio Larrañaga, cuyo tema central es el abandono en Dios.

Comparto los argumentos "puros" acerca del velo:

Existe un fundamento bíblico del velo en 1Cor 11, 3ss, que es confuso a primera vista, porque lo que dice San Pablo suena misógino. Pero sí vale la pena mencionarlo, pues hay algo rescatable cuando se lee en el contexto de que el hombre es imagen de Cristo y la mujer imagen de la Iglesia. La evolución posterior de la práctica del velo llegó a darle significados más profundos.

1. La mujer cristiana se vela para proclamar la gloria de un solo hombre: Jesús realmente presente en la Eucaristía. Si ahí está el Santísimo, la mujer usa velo como signo visible de adoración y fe. Es un acto de reconocimiento del Señorío de Jesús, abandono en su Amor, y compromiso de buscar la santidad. Por lo tanto, si se está en Misa, y especialmente comulgando, o si se está en adoración al Santísimo, se utiliza velo.

2. La mujer, imagen de la Iglesia, imagen de María, usa velo como signo visible de lo que la Iglesia debería ser: una Esposa que se entrega totalmente a su Esposo (pues Él ya se entregó por Ella antes). La Misa es un banquete de bodas... especialmente la comunión es un símbolo nupcial de "hacerse uno" con Dios. Usar velo se convierte en un recordatorio para nosotras mismas y para otros de cuánto tenemos que entregar, cuánto nos falta caminar como Iglesia para vivir como Esposa que anuncia al Esposo al mundo.

3. Los velos en las iglesias hacen referencia al Misterio de Dios: vemos y experimentamos su grandeza, pero no lo entendemos. Como diría el P. Diego, somos mensos tratando de entender lo inmenso. Percibimos el Amor que nos desborda y que siempre nos sorprende, pero nunca podemos abarcarlo por completo. En la Liturgia, lo más sagrado lleva velo: el Tabernáculo, los vasos sagrados, etc. Las mujeres usamos velo por la dignidad sagrada que poseemos como portadoras de vida. Reflejamos a María, el primer Sagrario, Arca de la Nueva Alianza. Usar velo es aceptación de la vida humana y compromiso por acoger a Dios en nosotras.

En fin, y en resumen, somos Iglesia, somos María, somos esposas de Cristo, somos dignas y sagradas... y tenemos un Esposo vivo y presente que nos ama. Claro, aún las mujeres que no utilizan velo son todo eso, y reciben el mismo amor infinito de parte de Dios; pero como diría San Juan Pablo II en Ecclesia de Eucharistia 61, no hay "peligro de exagerar" en nuestra adoración a la Eucaristía, porque en ella se resume todo el misterio de la salvación. Y la Tradición es testimonio de cómo custodiamos ese Tesoro.

Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad cristiana celosa en custodiar este «tesoro». Impulsada por el amor, la Iglesia se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque «en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación.»

Hay una parábola muy breve que dice que un escriba instruido en el Reino de los Cielos es como un padre de familia que saca del baúl tesoros nuevos y antiguos. Después de conocer la fuerza del significado del velo, no podía más que sacar ese "tesoro antiguo" de la Iglesia y abrazarlo como una nueva y hermosa forma de manifestar mi adoración. Estoy muy sorprendida por todo lo que he descubierto. 

Y perdón si los recursos son en su mayoría inglés: al parecer el boom de retorno al velo es más fuerte en Estados Unidos... por el momento. Agradeceré que otras mexicanas católicas con velo se hagan presentes. Ya coloqué aquí una primera piedra.

Finalmente, comparto un video acerca del nuevo interés por el velo: