martes, 29 de diciembre de 2015

Crónica de un embarazo 3 - Hipnoparto

29/Diciembre/2015 - 30 semanas

Desde la última vez que escribí, mi embarazo ha dado un giro muy interesante. Al buscar opciones de curso psicoprofiláctico, encontré un lugar muy muy cercano a mi casa. Escribí a la mujer encargada del lugar, y me presentó una alternativa llamada "hipnoparto" (hypnobirthing).

Al buscar información sobre el tema, encontré que la metodología consiste en técnicas de relajación y respiración que ayudan a la mujer a permanecer tranquila durante su trabajo de parto, de modo que se elimina la tensión y el miedo, lo cual ayuda a que el cuerpo funcione mejor y el nacimiento del bebé se desarrolle con mayor naturalidad.

Después de mucha reflexión y discernimiento, decidí entrar al curso. Ha sido una experiencia muy interesante, pues he aprendido a relajarme y a no permitir ataques de pánico respecto a lo que se avecina. Todavía tengo mucho que aprender, reflexionar y practicar, pero desde ahora estoy siendo una embarazada más feliz y menos quejumbrosa.

El bebé va creciendo, y desde hace un par de semanas comenzó con hipo. Es interesante pensar que está llegando al tamaño que tuvo mi hija al nacer (prematura y pequeña, poco menos de 2kg). Es reconfortante llegar a la fase del embarazo en la cual el bebé podría sobrevivir si llegara antes de tiempo. De igual manera espero que los próximos meses pueda seguir horneándose en paz y sanamente en donde debe estar.

¿Les confirmé que va a ser niño? Es niño. Mi esposo no lo pensó mucho, le podrá Manuel, como él. Yo no tenía alguna preferencia, así que lo dejaré que nombre al primogénito.

No tengo náuseas, mi digestión avanza con relativa normalidad, no me siento muy pesada, no me siento muy cansada. Pero sí empiezo a tener complicaciones cuando se trata de encontrar la posición adecuada para dormir. Extraño tremendamente poder dormir boca abajo.

martes, 3 de noviembre de 2015

¿Tomás Moro y John Fisher murieron en vano?

Mi esposo comparte conmigo muchos artículos de una muy respetable y motivadora página llamada Roman Catholic Man, y el día de hoy me hizo llegar esta reflexión del Arzobispo Samuel Aquila en torno al matrimonio y las recientes propuestas de algunos Obispos. Me pareció algo que debía llegar a un mayor público, así que lo traduzco para ustedes. El artículo original está aquí.

***



Por el Arzobispo Samuel Aquila - 19/Octubre/2015

La idea de que los católicos deberían tener permitido volver a casarse y recibir la Comunión no comenzó con la carta firmada por el Cardenal Kasper y otros miembros del Episcopado alemán en 1993. Fue el Episcopado de otro país -Inglaterra- el pionero en este experimento de doctrina cristiana hace 500 años. No estaba en juego solamente el que un católico pudiera casarse por segunda vez, sino si el rey podía hacerlo, dado que su esposa no le había dado un varón.

Y así como aquellos que promueven la Comunión para los civilmente vueltos a casar, los obispos ingleses no estaban inicialmente a gusto con abrazar totalmente la idea del divorcio y otro matrimonio. En lugar de eso, eligieron adaptar la ley a la circunstancia individual con la que estaban siendo confrontados,y le fue concedida la "nulidad" al rey Enrique VIII, con una base fraudulenta y sin el permiso de Roma.

Si "el heroísmo no es para el cristiano promedio", como ha dicho el Cardenal Walter Kasper, ciertamente no era para el Rey de Inglaterra. Por el contrario: la felicidad personal y el bienestar de un país constituían un argumento utilitarista muy fuerte a favor del divorcio de Enrique. Y el rey no podía molestarse en dejar de recibir la Comunión como resultado de un matrimonio irregular.

El Cardenal Wosley de Inglaterra y todos los obispos del país, a excepción del obispo John Fisher de Rochester, apoyaron el intento del rey de deshacer su primer -y legítimo- matrimonio. Al igual que Fisher, Tomás Moro, un laico, canciller del rey, también retiró su apoyo. Ambos fueron martirizados , y posteriormente canonizados.

Al pronunciar públicamente que el matrimonio del rey era indisoluble, Fisher argumentó que "este matrimonio del rey y la reina no puede ser disuelto por poder alguno, humano o Divino". Y por ese principio, dijo, estaba dispuesto a dar su vida. Continuó haciendo notar que Juan el Bautista no había visto una manera más gloriosa de morir que "por la causa del matrimonio", a pesar de que el matrimonio "no era entonces tan santo como lo es ahora, una vez que Cristo ha derramado su Sangre".

Como Tomás Moro y Juan el Bautista, Fisher fue decapitado, y como ellos, es llamado "santo".

En el Sínodo de la Familia que está llevándose a cabo en Roma, algunos opispos alemanes y sus partidarios están haciendo presión para que la Iglesia permita que aquellos que están divorciados y vueltos a casar puedan recibir la comunión, mientras que otros obispos alrededor del mundo insisten en que la Iglesia no puede cambiar la enseñanza de Cristo. Y esto obliga a preguntar: ¿Acaso los obispos alemanes creen que los Santos Tomás Moro y John Fisher sacrificaron sus vidas en vano?

Jesús nos mostró a lo largo de su ministerio que el sacrificio heroico es necesario para seguirlo. Cuando uno lee el Evangelio con un corazón abierto, un corazón que no coloca al mundo y a la historia por encima del Evangelio y la Tradición, uno puede ver el costo que tiene para cada discípulo el seguir a Cristo. Le haría bien a los obispos alemanes leer "El costo del Discipulado" del mártir luterano Dietrich Bonhoeffer. Porque lo que ellos están proponiendo es "gracia barata" en lugar de "gracia costosa", y hasta parece que ignoran las palabras de Jesús: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame" (Mc 8, 34; Lc 14, 25-27; Jn 12, 24-26).

Piensen, por ejemplo, en la mujer adúltera a quien los fariseos presentan ante Jesús para engañarlo. Lo primero que hizo fue protegerla de los acusadores, y lo segudo que hizo fue llamarla a dejar su pecado: "Vete y no peques más".

Siguiendo las palabras de Jesús mismo, la Iglesia Católica siempre ha enseñado que divorciarse y volver a casarse es simplemente adulterio con otro nombre. Y dado que la Comunión está reservada a católicos en estado de gracia, aquellos que viven en una situación irregular no pueden participar en ese aspecto de la vida de la Iglesia, aunque siempre deberían ser bienvenidos dentro de la parroquia y la propia Misa.

En Mayo pasado, el Cardenal Kasper declaró en una entrevista con Commonweal que "no podemos decir que haya un adulterio estable" cuando un cristiano divorciado y arrepentido realiza actos sexuales dentro de una nueva unión. Por el contrario, cree que "la absolución es posible".

Y aún así, Cristo claramente llamó adulterio al segundo matrimonio, y llamó pecado al adulterio (Mt 5, 32; Mc 10, 12; Lc 16, 18). En el caso de la Samaritana (Jn 4, 1-42), Jesús también confirmó que volver a casarse no puede ser válido, aún con sentimientos sinceros y fidelidad.

Cuando se añade a la ecuación el alto índice de matrimonios fallidos posteriores a un divorcio, nadie puede decir a dónde llevaría el razonamiento de Kasper. Por ejemplo, ¿debería permitirse la Comunión sacramental solamente a los que se han vuelto a casar una vez? ¿Qué pasaría con aquellos que se han vuelto a casar dos o tres veces? Y es obvio que los argumentos que buscan facilitar las prohibiciones de Cristo respecto al matrimonio podrían aplicarse al uso de anticonceptivos, o cualquier otro aspecto de la teología católica que el mundo moderno y auto-referente considera "difícil".

Predecir a dónde nos llevaría esto no es una cuestión de saber el futuro, sino simplemente de observar el pasado. Solamente necesitamos contemplar a la Iglesia Anglicana, que abrió la puerta -y posteriormente abrazó- la anticoncepción en el siglo XX y por más de una década ha permitido el volver a casarse en algunos casos.

El Plan B de los obispos alemanes de hacer las cosas "a su manera" en Alemania, aún cuando va en contra de la esencia de la enseñanza de la Iglesia, tiene las mismas fallas. Y tiene un aire siniestro... anglicanamente siniestro. Consideren las palabras de quien encabeza la Conferencia Episcopal de Alemania, el Cardenal Marx, a quien el National Catholic Register citó diciendo que la Iglesia en Alemania puede permanecer en comunión con Roma en cuestión doctrinal, pero que en términos de cuidado pastoral en casos individuales, "el Sínodo no puede decir con detalle lo que debemos hacer en Alemania". Enrique VIII ciertamente hubiese estado de acuerdo.

"No somos solamente una sucursal de Roma", argumentó el Card. Marx. "Cada conferencia episcopal es responsable del cuidado pastoral en su cultura y tiene que proclamar el Evangelio de una manera propia y única. No podemos esperar que un sínodo declare algo, dado que tenemos un ministerio con los matrimonios y familias aquí".

Los anglicanos también buscaron dicha autonomía, aunque resultó en división interna y el vaciado de sus comunidades.

No cabe duda de que la Iglesia debe salir con misericordia al encuentro de quienes se encuentran la periferia, pero la misericordia siempre habla con la verdad, y nunca justifica el pecado, y reconoce que la Cruz está en el corazón del Evangelio. Uno podría recordar que el Papa San Juan Pablo II -llamado "el Papa de la Familia" por el Papa Francisco en su canonización- escribió extensivamente acerca de la misericordia, dedicando una encíclica completa a ese tema, y estableciendo la festividad de la Divina Misericordia. Para Juan Pablo II la misericordia era un tema central, pero debía ser leído en la línea de la verdad y la Escritura, no en su contra.

Nadie diría que la enseñanza de la Iglesia, que es la enseñanza de Cristo, acerca del matrimonio -y muchos otros temas- es fácil. Pero Jesús mismo no comprometía las enseñanzas centrales sólo para evitar que sus discípulos lo dejaran, ya fuera la Eucaristía o el matrimonio (Jn 6, 60; Mt 19, 3-12). Tampoco Fisher lo hizo para que el rey siguiera siendo católico.

No debemos ir más lejos para encontrar un ejemplo para este tema que las palabras de Jesús y San Pedro en el capítulo 6 del evangelio de Juan, un pasaje que nos recuerda que la enseñanza sobre la Eucaristía es muchas veces difícil de aceptar, incluso para los creyentes.

"El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. (...) Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre". Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Le respondió Simón Pedro: "Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna",
 Como discípulos estamos llamados a escuchar la voz de Jesús antes que la voz del mundo, la cultura o la historia. La voz de Jesús ilumina la oscuridad del mundo y las culturas. Recemos para que todos los involucrados escuchen aquellas palabras de vida eterna, sin importar cuán difíciles sean.

Crónica de un embarazo 2

3/Noviembre/2015 - 21 semanas

A medio camino, me encuentro muy cómoda con mi situación de embarazada. En general la vida ha podido continuar sin mayores problemas, aunque con mucho desorden en casa debido a que me canso fácilmente y mi doctora no quiere que me arriesgue mucho.

Alimentariamente las náuseas se han ido, aunque sigo sin querer comer frijoles enteros, pimientos o arroz blanco. He comido mucha pizza y mucha avena. Tengo antojo perpetuo de fresas.

Emocionalmente me encuentro bastante estable. Mi principal reto es continuar de mamá de una niña de 3 años mientras respeto la indicación de reposo relativo. Ha llevado a muchos malentendidos y a bastantes pleitos entre nosotras, pero hemos podido hacer las paces al final de cada día.

En Septiembre coordiné un retiro, a pesar de todo. Y en noviembre le ayudaré a mi hermana con otro. Disfruto mucho seguir activa en mi parroquia porque me ayuda a no ponerme muy ansiosa con la cuenta regresiva. Es bueno tener otras cosas en qué pensar, sobre todo haciendo cosas que no requieren mucha actividad física.

Para los que tengan la duda, sí, he estado sintiendo patadas de bebé desde las 16 semanas (3 semanas antes que con mi primer embarazo), y hasta ahora no hemos podido saber el sexo del bebé.

Fin del breve reportaje. Veamos qué va sucediendo en un par de meses. Sigo encomendándome a sus oraciones.

lunes, 3 de agosto de 2015

Crónica de un embarazo

3/Agosto/2015 - 7 semanas

Sí, la mamá teóloga será mamá de otro hijo de Dios. Quisiera comenzar agradeciendo a Dios la confianza y generosidad que sigue depositando en este matrimonio que desea servirlo. No tuvimos ningún contratiempo: en cuanto discernimos que el momento había llegado, y poniendo todo de nuestra parte, al mes siguiente supimos que alguien venía en camino.

Sin embargo, me cuesta trabajo hablar con entusiasmo de mi actual situación, pues me encuentro en reposo absoluto debido a un coágulo que genera riesgo de aborto. Puedo agradecer también que pudimos verlo el sábado pasado en el ultrasonido, pero no deja de ser pesado, y más con Nerea que no entiende del todo por qué de pronto su mamá es tan aburrida.

Y oh, mis emociones desbordantes.

Este primer tiempo de embarazo ha estado marcado por dos grandes polémicas ideológicas demasiado postmodernas. En primer lugar, la desdefinición del matrimonio, obligando a aceptar las uniones gay al mismo nivel que el matrimonio natural so pena de homofobia. En segundo lugar, los videos clandestinos de David Daleiden al interior de las clínicas Planned Parenthood, revelando el negocio de la venta de órganos fetales, y la movilización pro-vida en Estados Unidos para no dar más patrocinio a tales clínicas por parte del gobierno.

Comprenderán ustedes que es complicado para mí resistirme a comentar, debatir, cuestionar a los activistas del bando opuesto. Sin embargo, parece que tuvo su mal efecto en mi estado. Debido al reposo absoluto, siento cierta represión intelectual dado que debo evitar situaciones de estrés... y vaya que me estreso. A fin de cuentas, soy una madre, y una que tiene demasiadas hormonas en la sangre, y estos son temas que llegan profundo, siempre, pero particularmente en estos momentos de mi vida.

Lo demás, como cualquier embarazo: panza pequeña que no parece de embarazada, náuseas todo el día por cosas que la semana anterior eran totalmente apetitosas, sueño y cansancio, demasiada sed de romance, etc.

No resta mucho qué decir, pero tampoco quería seguir postponiendo el reportaje. Si leen esto, les pido sus oraciones por el éxito de este embarazo.

jueves, 2 de julio de 2015

Cómo matar las Vocaciones en tu Diócesis

De Anthony Esolen. Traducción del artículo original que se encuentra aquí.



El Cardenal Raymond Burke recientemente culpó a la feminización de la liturgia por el declive precipitado de las vocaciones sacerdotales. Su afirmación hace surgir 2 preguntas: ¿Qué califica como "feminización"? ¿Y hemos hecho eso a la liturgia? La pregunta que no debe surgir es: ¿Una liturgia feminizada causaría que los hombres dejaran de considerar la idea del sacerdocio con indiferencia, perplejidad, o desprecio? Por ejemplo, dos sacerdotes dando vueltas de puntitas como bailarinas panzonas en una Vigilia Pascual, con una tropa de niñas agitando telas en el aire, por más de 6 minutos, al son del arreglo de Aaron Copland de The Lord of the Dance. ¿Tendría eso algún atractivo natural para la mayoría de niños y jóvenes que saben a qué sexo pertenecen?

Por el contrario, ese espectáculo seguramente garantizaría que esos compañeros estarían sofocando la risa, contemplando sus rodillas mientras esperan que eso termine, o mirando de reojo la puerta. Y tan sólo imaginen si uno de los jóvenes hubiera cometido el terrible error de haber invitado a un amigo no católico a la Misa, o a alguien que se pregunta por qué debería tomarse en serio a la religión.

A veces me pregunto si los católicos realmente queremos vocaciones al sacerdocio. Es algo razonable juzgar las intenciones de una persona por sus acciones habituales. Si hago algo experimental en una de mis clases de la universidad, y muchos buenos estudiantes dejan mi materia, podría, si fuera terco, intentarlo de nuevo en una forma modificada. Pero si aún sucede que los buenos estudiantes se van, y yo persevero en lo que ya no es un experimento, un observador razonable podría concluir que no me importa si se van. No importa si expreso mis supuestas intenciones todo el tiempo, diciendo "¡Este curso necesita más estudiantes, y mejores estudiantes!". Podría rezar porque esos estudiantes se inscribieran y perseveraran, tan razonablemente como podría rezar por que se me quitara el dolor de cabeza mientras golpeo mi frente contra la pared. De hecho, si mis acciones no solamente me fallan, sino que comienzan a herir a otros también, y persevero, el observador razonable me atribuiría más que incompetencia o indiferencia. Él llegaría a la conclusión de que realmente deseo el mal resultado; estoy contento con él.

Nuestra diócesis de verano, sirviendo a más de cien mil católicos, no tiene seminaristas. Lo digo literalmente: ni uno. Han ordenado a dos hombres en los últimos diez años, uno de los cuales ha dejado el sacerdocio para casarse. Las iglesias están cerrando en todas partes. Nuestro párroco, incondicional sacerdote, ha tenido que celebrar la Misa para cinco parroquias en un radio de más de veinte millas. La lejana diócesis de Lincoln, Nebraska, sirviendo apenas a cien mil católicos, tiene cuarenta y ocho seminaristas, al menos dos sacerdotes en cada parroquia, ninguna iglesia siendo cerrada, y muchas escuelas. La pregunta obvia es: ¿Por qué no intentamos al menos unas pocas cosas que hacen en Lincoln? O, mejor dicho: ¿Por qué no dejamos de hacer nueve o diez cosas que nunca han hecho en Lincoln?

La envidia profesional explica algo de la resistencia. La terquedad otro tanto. La timidez y los compromisos políticos y mundanos también juegan su papel. Pero he comenzado a preguntarme si acaso algunos de nuestros líderes están animados por un deseo de muerte para una Iglesia en la que ya no creen. Aquí, pues, de lo que he observado en la diócesis fallida -y estoy en una posición excelente para observar-, están las cosas que deberías hacer si quieres matar las vocaciones al sacerdocio. Las enumeraré en categorías.
  • Diluye la fe. Los guerreros quieren algo por lo qué luchar. Asegúrate de que no haya nada por lo qué luchar. No prediques la doctrina completa de la Iglesia. Nunca hables de los terribles pecados de nuestra época. Preocúpate más por no ofender al par de personas que aún se presentan a Misa, en lugar de preocuparte por no ofender a Dios. Elimina el sexto mandamiento. Mientras estás en eso, quita el segundo, el tercero y el noveno también.
  • Equipara la "caridad" cristiana con darle al César lo que es del César, y también lo que es de Dios, lo que es tuyo, lo que es de tus hijos, y lo que es de tu comunidad. Asume que cualquiera que no se llame Hitler se va a ir al cielo, porque alguna mediocre simpatía natural es suficiente para agradar al Todopoderoso. "Sean agradables", dijo Jesús, "incluso como su tío Ronnie era agradable". Tu tío divorciado Ronnie, que vivía con su novia, pero que era bueno con los perros y con los niños que no eran suyos. Baja la barra tanto que incluso un lisiado moral pueda pasar sobre ella, y al mismo tiempo hazlo parecer como que será más la acrobacia del lisiado que la Gracia de Dios lo que le dará un lugar en el cielo. Nunca sugieras que la fe es una cuestión de salvación o condenación.
  • Convierte al Sacramento en la hora de la botana. Deshazte de cualquier grada o barandal para comulgar. Asegúrate de que todos reciban el Sacramento en las manos, como galleta de la fortuna. Dile a la gente que permanezca de pie. Haz lo necesario para que la gente no se arrodille durante la Misa. Haz que recibir el sacramento de la confesión sea lo más difícil posible. Trátalo como si fuera insignificante. Si alguien desea confesarse, gira los ojos y asegúrate de que el penitente note cuánto te molesta. No te tomes sus pecados en serio. De hecho, si puedes, dale la impresión de que puede ir y cometer el mismo pecado con impunidad. De este modo lograrás que sea más probable ver un alce caminando en una avenida que a un alma cargada con pecado buscándote, o a una saludable fila de ellas en el confesionario. Y mientras estás en eso, asegúrate de que no haya confesionarios: pueden ser transformados en closets para escobas, trapeadores y detergente.
  • Desnuda los altares. ¿Hay pinturas en tu iglesia? Cúbrelas con cal o retíralas. ¿Hay algún antiguo altar mayor en la parte posterior del santuario? Trocéalo y úsalo como combustible. Mejor aún, tumba dos o tres iglesias viejas y construye una en forma de gimnasio. Si colocas las estaciones de la Cruz, que sean tan pequeñas y ambiguas que nadie pueda distinguir qué son a más de tres metros de distancia. Que la silla del sacerdote esté en el centro, en la pared de atrás. Deshazte de cualquier remanente de arte popular genuino, o de la gran herencia artística de la Iglesia. Que todo sea trivial. Resbaloso y trivial.
  • Cierra tus escuelas. Entrégalas al gobierno para que las administre, como le hicieron en Canadá. Contrata a laicistas para que enseñen ahí, o mejor aún, católicos que odien a la Iglesia. Si tienes una preparatoria de hombres, hazla mixta. Si ahí tienes un equipo de basketball de hombres y no tienes presupuesto para el de mujeres, cancela ambos. Pon el catecumenado de adultos en manos de laicos de dudoso conocimiento y piedad. Haz lo mismo para las clases de religión en la escuela. Asegúrate de que tus clases de historia o inglés sean exactamente iguales a las que enseñan en otros lugares. Convierte la educación católica en educación pública con agua bendita -como acertadamente me llegó a decir alguien que fielmente lucha por recuperar la catolicidad de las escuelas católicas-.
  • Sé afeminado. Deshazte de los cantos que hablen de ser soldados de Cristo. Castra todos los demás. Favorece los cantos que hablen de Jesús como si fuera un seguro y tierno novio, con quien te acurrucas en el sillón y después en el cielo. Que la música sea dirigida por mujeres, especialmente mujeres a las que les guste ser vistas y oídas mientras cantan. Que la solista vaya al frente, junto a Cristo y el sacerdote. Permite que niñas pequeñas hagan rutinas de baile en los pasillos. Pon a bailar a seis niñas en la compañía de un niño claramente obligado por su madre, que sólo se quede parado y enojado. Favorece cualquier instrumento menos el órgano. Que el tecladista mueva los dedos como un pianista contratado de bar, para que los comulgantes puedan, al pasar junto a él, dejarle un billere en el sombrero que se encuentra junto a la copa de champagne de tallo largo. Ten a tantas acólitas como puedas. Desmotiva a los hombres a unirse. No les des nada importante qué hacer. Usa a tantas mujeres lectoras como puedas. De hecho, ya que la Misa se haya convertido algo tan soso para las propias niñas, usa a señoras mayores para acolitar, de modo que se ocupen del altar como si estuvieran poniendo la mesa para una reunión familiar.
  • Nunca sugieras que la Iglesia necesita a los hombres para algo. Haz que "varón" sea una obscenidad. Nunca insinúes que los padres y madres cumplen funciones complementarias en una familia. Nunca insinúes que Jesús tenía algo importante en mente cuando escogió a doce hombres como sus hermanos. Sugiere por el contrario que para ser un cristiano genuino, un hombre debe dejar de ser hombre. Compra la ridícula noción feminista de que las mujeres han sido "oprimidas" durante casi dos mil años.
Y después reza por las vocaciones, una vez que has hecho todo lo posible para que nunca tengas ninguna.

Nota del editor: En la foto de arriba, el entonces Obispo George Niederauer, quien posteriormente se convirtió en el Arzobispo de San Francisco, celebra la Misa en la Preparatoria católica Judge Memorial en Salt Lake City, junto con bailarinas litúrgicas en el altar.


miércoles, 18 de marzo de 2015

Santa Ana y el novenario de Isabel

Mi reflexión empezaba a volverse demasiado larga para un estado de facebook.

Las enseñanzas secretas de Isabel

Isabel me caía muy mal cuando la conocí. Era una de esas personas que, aunque te estás esforzando en amarlas, y aunque no te han hecho nada, hay un no sé qué estorboso que hace que no las aguantes. Así conviví con ella unos meses. Las dos éramos ministros extraordinarios de la Comunión, las dos éramos salmistas, y las dos pertenecíamos al equipo de evangelización. Es decir, que la veía casi en cualquier momento durante mis apostolados parroquiales.

Un día, en un descanso durante una de nuestras labores compartidas, un retiro de evangelización, decidió abrirme su corazón y compartirme una lucha espiritual que tenía en ese momento de su vida. Su historia giraba en torno a una señora que ella no aguantaba, y que sin embargo tenía que soportar todos los días, y más aún, servirla. Fue la primera vez que mi corazón recientemente evangelizado entendió aquello de que cada persona tiene sus luchas y sus historias. A partir de ese momento empecé a esforzarme más por conocerla y comprenderla.

Tuve también oportunidad de salir un par de veces a cenar con ella y su esposo, y otro par de matrimonios, y el sacristán. Pasó el tiempo, y la gracia iba actuando poco a poco, y mi trato con ella se volvió más sincero y más genuinamente cristiano. Cuando por fin superé ese pequeño reto espiritual, quiso Dios que yo estuviera presente cuando ella compartió su testimonio en un reitro posterior: Dios le había dado la gracia de comprender, aceptar y amar a aquella persona que le estaba costando trabajo. Aquella misma que meses atrás tanto la estaba haciendo sufrir, se había convertido para ella en el camino por el cual estaba reencontrando a Dios.

Interesante coincidencia. Sin que ella lo supiera, aprendí mucho con nuestra convivencia, y me ayudó a poner en práctica el amor sobrenatural al que estamos llamados. Cuento esto a modo de homenaje. Isabel falleció, y hoy volví a Santa Ana para acompañar a su familia y rezar por su eterno descanso.

El Retorno de la Gina y el amor de Comunidad

Soy muy afortunada de pertenecer a una "Iglesia Madre" en toda su extensión. Me refiero específicamente a mi parroquia madre, Santa Ana.

1. Una vez más fui testigo de la tranquilidad de mis hermanos de comunidad cuando enviudan. Ni siquiera parecen necesitar palabra alguna de consuelo: al contrario, muchas veces el viudo es quien está sonriente y consolando a los demás. Hoy Ricardo no era la excepción. Si el sacerdote hablaba de esperanza, Ricardo tenía la mirada en alto, si el sacerdote hablaba de misericordia y amor de Dios, él asentía con confianza. Hasta se dio el tiempo de aconsejarme y regañarme al final de la Misa, como si nada, como de costumbre.

2. Pero quiero hablar de mi experiencia personal de esta tarde. En todo momento, desde que puse pie en el templo, recibí muestras de afecto y acogida. Sonrisas, abrazos, bienvenidas, agradecimientos. Abrazos, besos, y Nerea preguntándose por qué toda esa gente insistía en saludarla. Durante la Misa, hasta Nerea se portó distinto, copiaba los gestos, repetía las oraciones (con mucha imaginación se podría decir que eso hacía), cantaba, no se alejaba de la banca. En fin, sin que los demás dijeran palabra, se sentía ahí un apoyo invisible de comunidad que acoge y enseña. Sin mencionar la Providencia que fueron para mí las lecturas de hoy, lo reconfortante que es contemplar a Dios en el lugar donde lo conocí, reencontrándome con el lugar, sus objetos, los gestos, los cantos. Y al final de la Misa, nueva lluvia de apapachos y bendiciones.

Es una de esas veces que te preguntas ¿por qué tanto amor, Señor? Ir a Santa Ana me llena de fuerzas para seguir luchando por convertirme en ese mismo apoyo y consuelo para las personas en mi actual parroquia. Ojalá pueda reflejar tan solo un poco del amor que yo he recibido de esta comunidad.

Isabel y Ricardo, los primeros a la izquierda.

martes, 24 de febrero de 2015

La Vida y el Insomnio

Algo me dice que las últimas horas han sido muy importantes.

Ayer, en un momento apasionado y apresurado, decidí ir a hacer oración a una clínica de abortos en Coyoacán, como parte de la campaña mundial "40 días por la vida". Pregunté si les faltaba gente, y me dijeron que sí, a las 3pm. Ya era casi la hora. Fue así que dejé a mi bebé durmiendo la siesta en casa de mi abuela, y corrí a acompañar a otros bebés en sus últimos momentos.

Después de un largo trayecto, encontré la clínica, y a una chica de mi edad rezando sola. Llegué, saludándola con la familiaridad de quien comparte la misma causa, y la acompañé durante el resto del Rosario. Me dijo que si quería sacar mi guitarra y cantar un poco. Así lo hice. Llevábamos casi toda una Coronilla de la Misericordia con cantos intercalados, y ya habíamos visto a algunas parejas entrar y salir de la clínica, cuando se acercó un grupo de preparatorianos, enviados por un maestro, a ver qué hacíamos y por qué lo hacíamos.

Diana, mi compañera de oración, empezó a explicarles algunas cosas. Yo me quedé rezando un momento más, y después me acerqué al grupo. Muy espontáneamente, decidí compartir mi propia historia. Al principio todo bien, y al final también. Pero hubo algo en medio. De pronto se hizo un puente de unión entre aquél primer shock del embarazo -miedos, inseguridades, pleitos, depresión- y la familia que tengo ahora, ya habiendo ganado la batalla. Algo se me acomodó en el alma, y entendí muchas cosas de pronto, y me puse a llorar... como quien por primera vez se da cuenta de algo. Conmigo lloraron algunos de los presentes. Concluí invitándolos a ser valientes, a no sentirse solos y a no dejar a nadie solo en una situación así. Me despedí con una sonrisa y con la promesa de regresar pronto.

Regresé a casa con mucho cansancio físico, pero con el alma muy fuerte y muy dispuesta a servir y amar mejor. De pronto me había dado cuenta de la magnitud del regalo que tenía en casa. Para ese entonces, mi esposo e hija ya estaban esperándome. El resto de la tarde fue muy cotidiana, con sus alegrías y dificultades. Rezamos en la noche, como todas las noches, y nos fuimos a dormir.

Durante la noche tuve sueños tranquilos, pero todos giraban en torno a mi experiencia de la tarde delante de la clínica. Soñaba con las personas que había visto, soñaba que rezaba, que explicaba cosas, que viajaba hacia la clínica. Desperté, con todos los recuerdos muy a flor de piel, sintiéndome tranquila, pero al mismo tiempo sin poder dormir. De pronto sentía muchísimo calor.

Junto a mí, mi esposo comenzó a moverse violentamente en sueños. Lo abracé, se despertó y me abrazó con fuerza, diciéndome "te amo". No me dijo nada más. Pasó tal vez media hora de silencio, pero ninguno podía dormirse. Mi esposo, santo en potencia y lleno de buenas costumbres, se paró y fue por su rosario. Y ahí estábamos, rezando juntos un Rosario a las 4am. Él le pedía a Dios que nos ayudara a comprender el por qué de ese momento, yo lo ofrecía por todos los que se encontraban velando esta madrugada junto con nosotros -agonizantes, enfermos, parturientas, deprimidos, orantes, suicidas-.

Terminando el Rosario, mi esposo me dijo que él estaba soñando que predicaba sobre el significado de la Semana Santa, cuando de pronto el sueño daba paso a una presencia demoniaca... y ya no lo sentía tan "sueño", sino que se trataba de algo más bien real. Hacía mucho tiempo que ni a él ni a mí nos pasaba algo así. Me dijo que sintió que "eso" estaba muy enojado, y que la causa era que yo había estado rezando delante de la clínica -y en general que no nos estamos quietos-. Este tipo de sucesos son señales de que vamos por buen camino.

Nos quedamos platicando muy profundamente sobre nuestros miedos y batallas hasta que sonó el despertador. Él fue a prepararse para ir al trabajo, y yo me senté a escribir una entrada de blog a las 5:30 de la madrugada.

Insisto, algo me dice que las últimas horas han sido muy importantes.

viernes, 6 de febrero de 2015

Querida comunidad

Querida comunidad a la que no sé cómo decirle esto, y que probablemente nunca te lo diga:

Me sorprendió mucho lo sucedido en la junta parroquial anoche. Estaban muy enojados todos por lo que yo he hecho en meses recientes. Una corista estaba enojada porque le regalé un libro de formación musical litúrgica, una ministro extraordinario estaba enojada porque les dije que había que mejorar nuestra liturgia dominical (y porque propuse que otras personas se involucraran en la organización de las Misas), otros tantos estaban enojados porque nadie más que el sacerdote debería hacer correcciones fraternas.

Fue así que una reunión de consejo parroquial terminó girando en torno a mi persona. Verdaderamente no es la primera vez que me hacen corrección fraterna comunitaria, pero nunca con una mentalidad tan... inesperada. Por lo que dejaron ver, todos ustedes "llevan años haciendo..." y nunca nadie les había dicho cómo hacer las cosas. Por lo tanto, asumieron que estaban bien y así se quedaron, así se hacen las cosas aquí, y no permiten la entrada a nada que amenace la zona de confort a la cual han llegado.

Que la teóloga, dicen, haga lo suyo, y que no se meta con lo nuestro. Que solamente el sacerdote haga correcciones, que la teóloga solo hable directamente con el padre. Que no se haga ninguna iniciativa de enseñarles nada a ellos. Que vaya con los feligreses comunes, pero que a ellos no les diga nada. Pues pobre hombre, mi párroco, pero que así sea. Yo estoy para servir a Dios y para apoyar a mi sacerdote, tengo un radical compromiso con la Iglesia y la evangelización. Territorialmente son mi comunidad, y sinceramente estoy convencida de que tengo mucho que aportar, por mi carrera y mi experiencia pastoral.

Ya me habían advertido que a la gente no le gusta cambiar, y que tuviera cuidado, que podían volar platos, pero nunca pensé que fuera el estado general de más de la mitad de los miembros del consejo. Y como mi objetivo no es humillar gente para tener la razón, sino que lleguen al conocimiento de la verdad, he sido orillada, y me han obligado, a renunciar al trabajo por las almas de los más importantes de la comunidad, los responsables de la formación de las personas y de la organización de la liturgia.

Qué lástima que no lo sepan todo, pero que prefieran pretender y convivir como quien no tiene nada que aprender.

Se sintieron invadidos en su libertad, lo cual nunca fue mi intención. Sólo pensé, ingenuamente, que estábamos en el mismo equipo. Pensé que estaban dispuestos a derrumbar lo lo que hiciera falta para empezar a trabajar en serio, aunque eso significara levantarnos de entre los escombros. Ahora veo que no, que la Costumbre es el primer valor de la comunidad.

A veces cuesta trabajo encontrar compañeros con quienes caminar el camino a la santidad. Gracias a Dios, tengo ya algunos. En cuanto a ustedes, me alegra que no todos se unieron a las pedradas de anoche, y hubo quienes pidieron que hubiera paz. Al menos sé que habrá quienes no estén sumidos en la incomodidad cada vez que yo entre a la parroquia a hacer lo mío. Lástima por los que se la pasen mal. A mí me da gusto verlos a todos, y sé que son hijos amados de mi Dios y Padre, y por eso lo soporto todo... por la salvación de ustedes. ¿Será muy metiche de mi parte eso, preocuparme por que ustedes lleguen al Cielo? ¿Será que aquí cada quién lucha solo?

Cuentan con mis oraciones, a la distancia, sin molestarlos en lo que han hecho durante años.

La Teóloga Metiche.